Las enfermedades profesionales más comunes de la Unión Europea tienen un factor causante común y, paradójicamente, poco temido: El ruido.
El ruido en la industria es el riesgo laboral más frecuente y quizás la falta de atención que se le presta sea debido a que es menos espectacular que un accidente y sus efectos hacen aparición de forma progresiva haciendo que en muchos casos sean aceptados por los pacientes como algo normal inherente al puesto de trabajo y al envejecimiento del sujeto.
Dentro de todo el mapa acústico que rodea a un trabajador en su actividad laboral, en el sentido de la higiene industrial, el ruido se define como un sonido molesto y/o no deseado, con bajo o nulo contenido informativo y aleatorio tanto en espectro como en intensidad. El ruido industrial puede distinguirse en dos grandes grupos:
El nivel de potencia e intensidad del ruido se mide en decibelios (dB). Es una unidad relativa que mantiene una escala logarítmica similar a la sensibilidad que presenta el oído humano frente al sonido. De esta manera podemos clasificar sus efectos en función de su intensidad:
Por tanto la exposición al ruido por parte de los trabajadores tiene consecuencias negativas para su seguridad y su salud. Pérdida de audición, estrés, problemas cardiacos, variaciones del sistema endocrino, aumento del riesgo de accidente… son algunos de los efectos que, en definitiva, mermarán la productividad de la actividad industrial.
De acuerdo con el plan de prevención de riesgos laborales de cada instalación, deben tomarse medidas correctivas para disminuir las fuentes de ruido y minimizar los efectos perjudiciales en los trabajadores. Unas directrices genéricas para conseguirlo pueden ser:
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